En dramaturgia, el monólogo, soliloquio, o escena unipersonal es el género dramático en el que un personaje reflexiona en voz alta expresando sus pensamientos, ideas y emociones al público. El monólogo dramático consiste en percibir encima del escenario por parte del actor más de un personaje, imprecisa las diferencias que puedan existir dentro de lo narrativo, lo dramático y lo poético, manipulando el tiempo y el espacio al valerse la comunicación intelectual o afectiva que se pueda tener entre dos o más sujetos.3 Sirve para caracterizar a los personajes y por tanto posee un gran valor psicológico, al ser una herramienta de introspección. En ese sentido, son famosos los monólogos de las obras de Shakespeare, como en Hamlet. El monólogo puede encubrir en realidad un diálogo que efectúa un personaje consigo mismo o que proyecta sobre un ser inanimado o desprovisto de razón: una mascota, un cuadro, una planta, una fotografía, etc.
Los monólogos, en el teatro del Siglo de Oro español, solía encomendarse a los sonetos o a las décimas y así, en comedias donde existe un gran juego de caracteres, aparecen muchos sonetos, por ejemplo en El perro del hortelano de Lope de Vega.
Aunque el monólogo es un recurso utilizado por todos los géneros literarios, se aproxima especialmente al género lírico por su insistencia en el yo y en la subjetividad. Y pueden encontrarse monólogos tanto en el cuento como en el periódico o en la discusión.4 Por ejemplo, el monólogo dramático es un género de la lírica moderna creado en el posromanticismo del siglo XIX por Alfred Tennyson y consolidado por Robert Browning, y todavía en boga entre los poetas culturalistas.
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